Contradicciones Internas

pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás. Gen 2:17

Pero – “¡No te comas esas galletas!” Mama fue contundente. Señaló las galletas de chispas de chocolate, recién salidas del horno, que estaban sobre la mesa de la cocina. El mensaje fue claro, pero cuando regresó a la cocina, seis galletas habían desaparecido misteriosamente, remplazadas por migajas en el rostro del pequeño David.

“Te dije que no te las comieras. ¿Porque desobedeciste?” lo regañó.

David respondió. “No comprendí lo que decías. No conozco la diferencia entre lo bueno y lo malo.” (David era un pequeño de seis años muy inteligente.)

¿Aceptarías tal excusa? ¡Claro que no! Podrías reírte ante la astucia de la respuesta, pero sabes que el niño si sabe cuál es la diferencia entre lo bueno y lo malo así que es responsable y culpable.

Ah, ¿y qué tal de Adán? Si comer del Árbol le da la habilidad de distinguir entre el bien y el mal, entonces antes de comer, no puede conocer la diferencia. Y si no conoce la diferencia, ¿entonces como es posible que responda al mandato de Dios? Quizás el pequeño David no tenga una excusa legítima de no saber, pero Adán si la tiene. ¿Cómo puede saber que era malo comer del Árbol sino hasta después de haber comido? “Lo hice, pero no soy culpable. No sabía que era malo.”

Dios no acepta esta excusa de Adán. Dios señala claramente que espera que Adán comprenda el mandato y reconozca la diferencia entre la obediencia y la desobediencia. Este es el propósito de la palabra “pero”. ¿Qué quiere decir? Solo puede decir una cosa. Adán ya conocía de la diferencia entre lo bueno y lo malo antes de comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por lo tanto, cualquier conocimiento que vino de comer del Árbol, no puede ser el conocimiento de la diferencia entre el bien y el mal como lo comprendemos hoy. Es hora de reconsiderar esta historia. Es hora de prestar atención a lo que dice realmente, no lo que hemos asumido que dice.

Afortunadamente, algunos hombres muy inteligentes y piadosos han pensado en este tema. Uno de ellos es el rabino David Fohrman de la Fundación Hoffberger de los Estudios de la Torá. El cita a

La Guía de los Perplejos de Maimonides, declarando que “el árbol no nos dio conciencia moral cuando no la teníamos. Empero, transformó esta conciencia de una clase a otra.” Después de comer del Árbol, el sentido de conciencia moral innato en la humanidad se transformó de conceptos de lo verdadero o falso a conceptos del bien y del mal. Génesis describe que el árbol es deseable, y nuestros conceptos del bien y el mal, contrario a los conceptos de lo verdadero o falso, también contienen cierta medida de deseo. Lo que sucede después de comer del Árbol es que entra otro elemento en lo que determina la conducta moral correcta. Ese elemento es mi deseo. Antes de comer del Árbol, la conducta moral correcta se definía escuchando la voz de Dios. La decisión moral era o verdadero (reflejando lo que Dios decía) o falso (fuera de línea con lo que dice Dios). Pero después de comer del Árbol, toda decisión moral debe ahora tomarse dentro del contexto de lo que yo deseo. Mi voz compite con la voz de Dios. Mis decisiones ya no son simplemente verdaderas o falsas. Ahora son ó buenas (para mí) ó malas (para mí). Debo decidir qué es lo que quiere Dios y que quiero yo. Y el mundo cambió – para siempre.

Este no es el final de la historia. Pero nos ayuda a ver otro inicio. Quizás también nos ayuda a ver cuán grande es el rol de nuestros deseos en la determinación de lo bueno y lo malo. Una vez que comprendemos lo profundamente arraigado que está el concepto de nuestro deseo en la teología del pecado, cambian muchas cosas. Pero una cosa debe quedar clara. Dios construyó el deseo en el corazón del Hombre. La pregunta no es eliminar el deseo. En vez, es aprender a escuchar la voz de Dios para dirigir la pasión del deseo.

Todo lo importante sucede en los primeros cuatro capítulos de Génesis.

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