Tiempo de Silencio
Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra. Lucas 22:44
Oraba Con Mucho Fervor – “La oración no es ´tiempo de quietud´ sino momentos de lucha y pasión.” Así dice Peter Leithart. Continúa diciendo que la adoración contemporánea de la oración, elevada sobre música romántica y ambiente cómodo, nunca nos preparará para la lucha con Dios o para la batalla con el mal. No nos enseñan a orar. Nos enseñan a sentirnos mejor.
Cuando Yeshua entra al Jardín en la noche de Su traición, se enfrentó cara a cara con el verdadero enemigo de la Humanidad. No fue una experiencia de alabanza y adoración. El Hijo del Hombre luchó tanto que Su sudor fue como sangre. Agonizó en oración. El griego es ektenesteron, una palabra que viene de la idea de extenderse o estrechar. Tiene que ver con ser halado hasta el límite. ¿Oras con tanta intensidad que te sientes estirado hasta el punto de romperte? ¿Tu servicio de adoración termina en el suelo, en agonía por los perdidos, llorando por pecados, clamando al Señor? En nuestra cultura, consideramos inapropiado tal comportamiento. Pero, evidentemente, sin la práctica de la oración ferviente, simplemente no estamos equipados para enfrentar al enemigo verdadero. Sin el entrenamiento comunitario de la lucha con Dios, nos doblamos rendidos cuando llega la presión verdadera.
El griego es un idioma muy limitado en cuanto a la oración. El inglés es aún peor, igual que el castellano. Pero el hebreo posee un vocabulario grandioso sobre el concepto de la oración. El vocabulario lo incluye todo desde gruñidos a gritos, desde canciones de lamento, desde la meditación hasta cilicio y cenizas. La experiencia humana ante el Rey de gloria no se limita a unas pocas silabas silenciosas. Debe ser tan amplia y profunda como el objeto de nuestro deseo. La oración debe reflejar la apreciación del mundo de Dios, y esa perspectiva no se limita a “unir las manos y agachar la cabeza.” En la perspectiva hebrea, ¡la oración es vida! Convertirte en humano es el proceso de forjar la comunicación con el Creador. Por lo tanto, vivo en cuanto avanzo en mi comunicación con El. Quizás es por eso que los Salmos contienen tal profundidad de vocabulario y tal rango emocional para la oración. Los seres humanos somos criaturas que oramos y la oración se convierte en la avenida de nuestra existencia.
Entonces, ¿Dónde nos deja esto? No sé de ti, pero yo lucho con la oración. En mi experiencia, raramente es calmada. Con frecuencia ni siquiera sé qué decir. Me siento muy inadecuado en la tarea. Tambaleo entre pedir al Dios soberano que me conoce más de lo que me conozco a mi mismo que haga algo por mí. Como solo deseo orar según Su voluntad, con frecuencia me encuentro perdido sobre cuales solicitudes hacerle. Pero, evidentemente, El sabe todo esto. Debió haber un momento cuando solo era capaz de llorar, tiempos cuando grité (y no fue por gozo), momentos en que rogué, pero la mayor parte del tiempo, me sentí confundido, tan humillado que no era capaz de hablar y con profunda desesperación por escuchar Su voz. Quizás por eso es que oro los Salmos. Sé que mi vida con El depende en gran medida de mi habilidad de comunicarme con EL – no, eso no es cierto. Depende de mi voluntad de hablar con Él. La habilidad tiene poco que ver. El Espíritu conoce aquellas cosas que son demasiado profundas para ser emitidas. Creo que a fin de cuentas solo soy uno de esos hombres que nunca fueron enseñados a orar. Creo que requiere enseñanza y como no crecí en una cultura de oración abierta y audible, mi crecimiento fue atrofiado. Ahora debo aprender. ¿Y tú?
Oración, ektenesteron, Lucas 22:44