El Primer Shema
14 de junio Y él respondió: “Te oí en el huerto, tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí.” Génesis 3:10
Oí – “Oye, O Israel” es el centro de la fe. Todos los días Israel recibe el llamado a oír y obedecer. La palabra shema significa las dos cosas – escuchar y obedecer. Pero la primera vez que se usa en las Escrituras, no tiene nada que ver con escuchar y obedecer. Tiene que ver con temor. Cuando Adán dice, “escuché tu voz,” no proclama la soberanía del Señor. No declara lealtad a la Palabra de Dios. Corre atemorizado.
La Escritura describe certeramente la naturaleza dual de nuestra realidad. Podemos convertir casi toda realidad en una declaración de la bondad de Dios o en una declaración de nuestra depravación. El resultado del pecado siempre es el de desviar la acción del orden de Dios hacia nuestra desobediencia. Cuando lo piensas un poco, las instrucciones de Dios proveen una existencia ordenada – una armonía entre todos los elementos creados en el mundo- que tiene como resultado el bienestar para todos (shalom). Pero el pecado irrumpe el orden. La palabra hebrea hata (perder el blanco) consiste en las consonantes Chet-Teth-Aleph. El pictógrafo de estas consonantes es “una valla que rodea fuerza.” En otras palabras, el pecado pone límites alrededor de la fuerza. Te previene de participar en las fortalezas de la vida. Te mantiene afuera. Puedes ver la relación a otras palabras hebreas que describen el comportamiento pecaminoso. Ta´ah (desviarse) es la imagen de rodear el ojo para que no puedas ver. Asham (pecado o culpa) es la imagen de lo que destruye la esencia de la persona. Es la reintroducción al caos. Cuando no escuchamos y obedecemos, todas esas imágenes irrumpen en nuestras vidas.
Adán escucho cuando Dios dio el mandamiento. Escuchó pero no obedeció. Como zakar, el fue creado para recordar. El único requisito de su relación era el de recordar lo que Dios había dicho y vivir según esas palabras. Dios le dijo a Adán todo lo que necesitaba saber para mantener una relación perfecta con EL. Pero Adán oyó a la serpiente desnuda. Erguido a la par de su ´ezer, participó en la rebelión. No dijo nada. Su silencio provocó la Caída tanto como la conversación de Eva. Adán oyó y obedeció la voz de la serpiente en vez de la voz de Dios. Adán es el primero en quién se manifiesta observación que lo único necesario para el triunfo del mal es que hombres buenos no hagan nada.
Desafortunadamente, esta se convierte en la conducta acostumbrada de Adán. Esta no es la única vez en que su silencio provoca desastres generacionales, como veremos. Pero este es un recordatorio crítico para nosotros. El silencio no es dorado. Es carente de Dios. Cuando nos vemos enfrentados con la tentación de no recordar quién es Dios, quién somos nosotros y la diferencia entre nosotros, debemos hablar. Debemos oír y obedecer. Debemos objetar las serpientes quienes sugieren que nuestros propios sentimientos son el árbitro final de la conducta moral. Debemos responder como respondió el segundo Adán: “Escrito está.”