¿Respeto?

9 de julio Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí en esto? Juan 2:4

¿Respeto?

Mujer – ¿has notad cuanto tiempo dedican las mujeres a intentar mantener la paz entre las personas? Quizás es el resultado innato de ser madres. Quizás es genérico. Pero pareciese que cuando surge el conflicto, las mujeres hacen todo lo posible por suavizar la situación. Los hombres, por el contrario, parecen ser mucho más duros. Padecen del síndrome de luchar o huir. Solo vete o prepárate para la guerra. No creo que sea este el resultado de agresión Neandertal residual. Gran parte de ésta diferencia radica del proceso de entrenamiento de la niñez. La mayoría de los hombres aprenden desde temprano en la vida sobre juegos competitivos. Se les enseñan valores sobre vencer a otros. Pero los juegos que aprenden las niñas son de cooperación. Sus juegos de edad temprana son inclusivos. El entrenamiento tiene mucho que ver con la apreciación del mundo.[1]

En esta historia, la madre de Jesús intenta mantener la paz. El primer milagro del evangelio p según Juan es sobre expectativas sociales. Después de reunir a unos cuantos discípulos, Jesús asiste a una ceremonia. María también asiste. A Maria le es evidente que pronto la boda carecerá de vino. Ella desea rescatar la situación y prevenir el conflicto. Así que decide llevar el asunto a su hijo mayor.

Lo más probable es que incorporemos nuestro sesgo cultural dentro de esta conversación entre Jesús y Su madre. A simple vista, Jesús parece insensible. Comienza a actuar como hombre típico. ¿Por qué habría Jesús de dirigirse a su madre con expresiones tan frías? La palabra griega gunai usualmente significa mujer o esposa. El elemento sorprendente de este versículo no es la traducción sino el tono. Somos una cultura sensible al género, así que esta traducción pareciere mostrar a Jesús hablando en tono duro a su madre, cuestionando por qué lo molesta con un hecho tan insignificante como el vino de una boda. Aunque la palabra castellana es apropiada, perdemos la emoción real en esta traducción.

En algunos aspectos, este verso parece ser como lo que una madre más teme – el rechazo por uno de sus hijos. Maria está en la boda, contenta de ver allí a su hijo mayor. Ella está orgullosa, quizás mucho más de lo que nadie sabe. La ausencia de su esposo José podría indicar su muerte. Así que Jesús es ahora “el hombre de la casa.” Ella confía en él. Sabe que El puede resolver cuando comprende que hay una vergüenza social por suceder, se dirige a su refugio fiable – Jesús, el buen hijo. Pero pareciera como si Jesús dice algo que encresparía cualquier expectativa materna.

Dice Jesús realmente, “¡Por favor madre! ¿Y que tiene que ver conmigo la mala preparación de la boda?” como implicando que esta clase de problema no es un problema para llevar a la atención del Dios-Hombre.  Si leemos el versículo así, erraríamos mucho – y perderíamos una lección importantísima. Para comprender las verdaderas emociones aquí, necesitamos comprender las otras acepciones de esta palabra traducida como “mujer”.

Jesús utiliza esta misma palabra en momentos de profunda ternura, por ejemplo, cundo transfiere la responsabilidad terrenal del cuidado de su madre a Juan mientras muere en la cruz y cuando se dirige a Maria Magdalena en la tumba. Este no es un rechazo frio y estéril, Nuestra traducción moderna remueve el tono a la voz. Nos inclinamos a pensar que Jesús se separa a sí mismo de la preocupación de su madre. Eso es un error. Jesús está siendo tierno.

Pero lo que falta no solo es el tono. Es la manera en que Jesús posa la pregunta a Maria, la cual también ha sido alterada. Podrá no ser gramáticamente correcto, pero el orden correcto del texto griego nos dice algo que debemos saber. Este versículo dice literalmente:

“¿Que a mí y a ti, mujer?”

¿Ves que Jesús no se aísla de Maria? El los incluye a ambos en la situación. Su expresión es “a mí y a ti. Jesús los hace a los dos partes del problema, y parte de la pregunta sobre su solución. Jesús no dice, “¿Por qué me molestas? El dice, “¿Y cómo nos relacionamos nosotros a este asunto?2 Jesús la invita a la situación. El busca su cooperación.

Jesús no juega el rol de macho. No la corrige ni la menosprecia. Reconoce su preocupación con ternura. Pregunta a Maria como oes que este asunto se conecta a ellos. Jesús no la hace a un lado. La invita a participar en la solución. Con ternura, saluda su rol en su vida – y le pregunta si comprende su rol en su vida.  ¿Qué tiene que ver esto con nosotros? ¿Cómo nos unirá esto?

Ningún problema es demasiado pequeño par aponerlo delante de Jesús – ni siquiera el vino de la boda. Pero no te sorprendas si el problema los lleva a una pregunta diferente – una pregunta que te incluye a ti en la solución, una pregunta que solicita información sobre tu relaciona El antes que decidieran que hacer.

Jesús nos posa la pregunta a cada uno de nosotros. Llegamos a Él con algún problema. Quizás ni siquiera es tu problema. Podríamos, como Maria, buscar la solución para otra persona. Pero cuando presentamos el problema ante Jesús, El no pregunta, “¿Qué quieres que haga?” El pregunta, “¿Cómo nos acerca esto?” La lección es sencilla: el problema que vemos solo es una ventana que abre a una relación con El. No se trata del vino. Se trata de la voluntad de entrar juntos al problema.

Expectativas. Interrupciones. Sorpresas. Re-orientaciones. ¿Buscas a Dios en todos los lugares equivocados?

Este es un extracto de mi libro, Jesús le dijo a Ella, el cual espero se publique a finales del año.


[1] Una mujer muy analítica, Deborah Tannen, señaló todo esto en You Just Don´t Understand (Quill, 2001).

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